La pasión se fue
y solo quedaron los
recuerdos
marchitos, añejos, pálidos,
coléricos.
Vistieron de sombra los días,
las viejas raciones de odio mancharon las paredes de rojo,
y en cada ojo de la inocencia,
un sinfín de sin sabores,
que olvidados,
anduvieron solos.
Se encendió la llama,
apagada hace tiempo,
y la pasión dio un nuevo paso,
un nuevo aliento,
un despertar de la desesperación.
Entre las cosechas del tiempo,
una rosa, una loca
un corazón labrado en roca,
un grito de esperanza,
un humilde caballero,
con renovadas ganas de vivir.
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