En el bien estar de la razón,
de una podredumbre extrema,
miré hacia arriba,
bajé la mirada y rasgué mis vestiduras.
en el corazón roto de un poeta,
de una estrecha escalera,
que lleva a ningún lugar.
Vi enfriar mi constancia,
y con el tiempo y mi certeza
sin más miedo a la tristeza,
vi corretear mi conciencia,
desnuda por un callejón.
No pido ser eterno,
tan solo ser un hombre,
que dejó huella,
en la memoria de la gente,
sin miedo a lo indecente,
corrí mis viejas cortinas,
y no vi mas el sol.