me helaban la sangre
los atardeceres rotos
las ganas de despertar
los puentes de madera
de los helados ríos
de las profundas costas
de lo remoto
en la infinidad del lamento
de la incorrupta filosofía
de un pasado mayor
olí el presente
presentí el mañana
nade hacía la orilla
con el dolor de pies
que dejan los zapatos al caminar
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